Tiempo atrás, me visitó una joven que había sufrido una herida en su brazo, que no cicatrizaba.
Llevaba más de un mes en tratamiento con enfermera para que esta herida se sanara, pero no lograba cerrar.
Llegó a mi consulta, dolida, triste, cansada. Esta joven me comentó que si no cicatrizaba pronto, el doctor tendría que operar para tratar el músculo dañado.
Comenzamos inmediatamente la sesión de Reiki. Fue muy conmovedor.
Casi al terminar la primera sesión, esta hermosa mujer se puso a llorar intensamente, porque se dio cuenta que tenía una herida emocional, eso era lo que más le dolía.
Se dio cuenta que el accidente había sido provocado por ella misma, porque quiso agradar al resto, provocándose esta gran herida.
Me dijo: es tan dolorosa esta herida, esta herida que tengo en mi corazón, que mi brazo pasa a segundo grado. ¿Por qué fui tan cruel conmigo misma?, no debí hacerlo, ¿por qué me olvidé de mi?.
Apliqué Reiki en su corazón, para que se llenara de Amor, para que se perdonara por todo lo que sentía, y luego se calmó.
Me enfoqué nuevamente en su herida. Quedé tan maravillada al ver que la herida se estaba cubriendo con un tejido, un delgado tejido sobre la herida.
Fue maravillosamente impresionante y recién era su primera sesión.
Durante la segunda sesión, me comentó que la enfermera que le hacía el tratamiento, quedó asombrada de lo que estaba viendo, preguntándole qué estaba haciendo.
Ella, sin dudarlo, le contestó que Reiki. La enfermera le aconsejó que siguiera con Reiki, porque su herida física estaba cicatrizando. Al cabo de dos semanas la herida ya estaba cerrada.
Comprendí, una vez más, que una herida emocional bien trabajada, ayuda a sanar el cuerpo y lo que debemos hacer siempre, pase lo que pase, es amarnos.
Bernardita